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Agricultura y conservación en Galápagos: una sinergia impostergable

Foto del escritor: Luis SuárezLuis Suárez

La agricultura sostenible es una aliada de la conservación. Un modelo de producción agroecológico permite contar con productos locales de calidad, reduciendo la necesidad de importación de alimentos desde continente. Esto disminuye la huella de carbono y reduce el riesgo de introducción y dispersión de especies invasoras.


* Este artículo se publico en la revista Verdecuador, la versión original está disponible en el siguiente enlace: https://bit.ly/3zoOynG


Cultivo de legumbres en la parte alta de la isla Santa Cruz. Foto: Belen Vallejo


Durante años las organizaciones ambientales que trabajan en Galápagos han enfocado sus esfuerzos en el apoyo a las dos áreas protegidas del archipiélago. Destinar la mayor parte de los recursos al manejo del Parque Nacional Galápagos y la Reserva Marina, parece una decisión lógica para asegurar la conservación de la biodiversidad en la región insular.


Cuando Conservación Internacional Ecuador (CI-Ecuador) decidió establecer un programa en Galápagos, a finales de 2003, su estrategia también se enfocó en la asistencia técnica y financiera para los programas de manejo del Parque y la Reserva. Durante los primeros años, los esfuerzos estuvieron concentrados en la investigación y monitoreo de corales y tiburones en colaboración con la Fundación Charles Darwin (FCD), el diseño y aplicación de un sistema de manejo de visitantes en alianza con el Instituto de Ecología Aplicada de la Universidad San Francisco de Quito, la implementación de un sistema de control y vigilancia satelital para la Reserva Marina con WildAid, y el análisis de la vulnerabilidad de las islas al cambio climático con investigadores de la FCD y WWF.


En 2013, CI-Ecuador decidió ampliar sus esfuerzos para trabajar en la zona agropecuaria en colaboración con el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG). La idea fue complementar las actividades de conservación con los esfuerzos de producción agropecuaria en la zona alta de las cuatro islas pobladas, especialmente en Santa Cruz.


Este cambio de paradigma plantea que la agricultura sostenible puede y debe ser un aliado de la conservación. La propuesta se basa en un modelo de producción agroecológica que permite contar con productos locales de calidad, reduciendo la necesidad de importación de alimentos desde continente. Esto a su vez disminuye la huella de carbono y reduce el riesgo de introducción y dispersión de especies invasoras. Además, contribuye a la soberanía alimentaria y conservación de especies nativas del archipiélago.


Manejo de semillas en la parte alta de la isla Santa Cruz. Foto: Belen Vallejo


Sandra García, especialista en agricultura sostenible de CI-Ecuador, explica: “una agricultura bien manejada, con productores comprometidos y capacitados en buenas prácticas agroecológicas, con asistencia técnica cercana y oportuna, contribuye al desarrollo local y a la conservación”.


Para Jimmy Bolaños, Director Distrital del MAG, “el desarrollo agropecuario local es un factor clave para alcanzar la soberanía alimentaria; contribuye al control de especies invasoras y al equilibrio de los ecosistemas, permitiendo el fortalecimiento social y económico del sector agropecuario y promoviendo la continuidad de estas actividades productivas, en el marco del desarrollo sostenible”.


La intervención del programa se ha centrado en cuatro ejes complementarios:


Acuerdos de conservación: los productores locales se comprometen a adoptar prácticas agropecuarias sostenibles que aumenten la producción y, al mismo tiempo, contribuyan al control de especies invasoras y la conservación de especies nativas.

Comercialización: a través de cadenas cortas, el establecimiento de la “Tienda del agricultor” y el uso de la aplicación móvil “Fresco & Natural” para la venta directa de los productos.

Mercadeo social: campañas para el cambio de comportamiento de la población para fomentar la producción local y el consumo responsable.

Políticas públicas: generación de información socioeconómica como insumo para el diseño de normas que incentiven la producción local y desincentiven la importación de productos desde el continente.


Mediante los acuerdos de conservación, los productores se comprometen a participar en talleres de capacitación o “escuelas de campo” y poner en práctica los conocimientos adquiridos para mejorar el manejo de sus fincas y contribuir a la protección de zonas de interés ecológico. También se obligan a reemplazar progresivamente los agroquímicos, aplicando prácticas agroecológicas y técnicas dirigidas al manejo sostenible del suelo y agua, controlar especies invasoras y facilitar la reforestación con plantas nativas y endémicas.


Por su parte, el MAG y CI-Ecuador se comprometen a organizar escuelas de campo como un sistema de aprendizaje continuo y secuencial para fortalecer los conocimientos para una transición agrícola hacia sistemas sostenibles, incluyendo el rescate de buenas prácticas locales y la asesoría de expertos nacionales para la implementación de mejores prácticas agrícolas. También se comprometen a desarrollar estrategias comerciales como la apertura y fortalecimiento de circuitos alternativos de comercialización y un sello de producción limpia para impulsar el acceso a mercados diferenciados que mejoren los ingresos de los productores.


La participación de los agricultores locales en la conservación de Galápagos es un nuevo enfoque que se aplica en las islas. Foto Belen Vallejo


Hasta el momento se han suscrito 40 acuerdos en Santa Cruz y 10 en Isabela; estos últimos gracias a una alianza con Intercultural Outreach Initiative (IOI), una ONG que promueve el desarrollo sostenible en la isla más grande del archipiélago. En el marco de esta iniciativa se han organizado 13 escuelas de campo en Santa Cruz y 4 en Isabela para capacitar a productores locales que han suscrito los acuerdos. Las escuelas son capacitaciones vivenciales en las cuales las fincas agropecuarias se convierten en el escenario principal para el diálogo de saberes y el intercambio de experiencias, y la aplicación de buenas prácticas de producción que han sido ajustadas, con el pasar de los años, a las condiciones particulares de la región insular. Hasta la fecha se han capacitado 50 productores en Santa Cruz y 13 en Isabela gracias al apoyo de Helmsley Charitable Trust, la Fundación Ensemble y la Agencia Francesa para el Desarrollo (AFD).


La iniciativa ha permitido articular actividades con otras instituciones locales como la Agencia de Regulación y Control de la Bioseguridad y Cuarentena para Galápagos para determinar la residualidad de agroquímicos; la FCD para levantar una línea base de insectos y plantas introducidas; la Dirección del Parque Nacional Galápagos para proveer plantas nativas y endémicas para la restauración de áreas afectadas por especies invasoras; el Gobierno Municipal de Santa Cruz para la gestión de un espacio para la feria “Yo solo vendo lo que produzco”; el Consejo de Gobierno de Régimen Especial de Galápagos para impulsar políticas y normas que fortalezcan la producción; el Fondo de Especies Invasoras de Galápagos para financiar una estrategia para controlar y manejar las especies invasoras, y grupos ciudadanos como al Frente Insular y el Consejo Consultivo de Jóvenes de Santa Cruz que brindan apoyo con sus voluntarios para la siembra de plantas endémicas y nativas en la fincas con acuerdos de conservación.


Otro componente clave constituye la campaña “Sano, fresco y natural: yo prefiero producto local”, que utiliza técnicas de mercadeo social para fomentar el consumo de productos locales. El personaje emblemático de la campaña es María Rosa, una tortuga gigante que alienta a consumir frutas, verduras y productos lácteos de agricultores locales.


Nuestro programa constituye una propuesta innovadora que combina el trabajo técnico para mejorar la producción agropecuaria, con estrategias de mercadeo social dirigidas a consumidores para impulsar cambios de comportamiento, para lograr una agricultura sostenible que permita conservar la biodiversidad, disminuir el riesgo de introducción y dispersión de especies invasoras, y asegurar la soberanía alimentaria”, comenta Sandra García.


En el contexto actual, la agricultura local ha sido crucial para que la comunidad galapagueña sea más resiliente ante la emergencia sanitaria del COVID-19, al disponer de productos frescos que han alimentado a la población insular durante la pandemia. Sin duda, la experiencia en Galápagos que combina el manejo de las áreas protegidas, la producción sostenible en la zona agropecuaria y un trabajo cercano con los agricultores y consumidores locales, confirma que la conservación de la biodiversidad y el bienestar humano van de la mano.

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