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Foto del escritorFranklin Vega

En Galápagos existen 420 'pescadores' con licencia que no pescan ni un resfrío

El Parque Nacional Galápagos ha emitido 1,145 licencias de pesca (PARMA) desde 1998. Esta cantidad incluye los nombres de 325 pescadores activos, que pescan permanentemente y viven del mar; 350 de pescadores que fallecieron, 50 pescadores que hacen turismo y 420 “pescadores que no pescan”.

Un pescador de Puerto Ayora utiliza una red para capturar carnada viva (sardinas Opisthonema libertate) en Pelikan Bay, Puerto Ayora, isla Santa Cruz. Foto: Franklin Vega Granja


Al escribir sobre los pescadores de Galápagos afloran sentimientos encontrados. Recuerdo cómo, en el año 2000, durante una huelga que organizaron para exigir menores controles para la pesca de pepinos de mar (Isostichopus fuscus), destrozaron las oficinas del Parque Nacional Galápagos (PNG) y amenazaron con degollar tortugas gigantes juveniles. De esas acciones violentas, han pasado 21 años, y los pescadores que participaron en ese evento y los conflictos entre ellos y las autoridades cambiaron de escenario, ahora todos le apuestan al diálogo.


Las referencias del comportamiento de los pescadores las tenía de primera mano por las declaraciones de sus dirigentes “históricos” como Rogelio Guaycha, de la isla San Cristóbal o Dionisio Zapata, de la isla Santa Cruz. Sin embargo, en octubre de 2021, luego de dialogar nuevamente con estos dirigentes y otros pescadores, compruebo que esa imagen del sector pesquero artesanal se transformó, así como su capacidad de convocar a las personas para cerrar las vías o desarrollar otra huelga.


El Parque Nacional Galápagos (PNG) está conformado 7 islas grandes y 146 islotes. Está ubicado a 1000 km de la costa del Ecuador; es mundialmente conocido por ser un referente de investigación científica. Su nombre se origina en las tortugas gigantes y su fama por ser donde Charles Darwin hizo parte de sus observaciones para desarrollar su teoría de “la evolución por selección natural”. Las islas ocupan 8.000 km2 de los cuales el 97% es Parque Nacional. Al archipiélago lo rodea una Reserva Marina de 130.000 km2, en donde solo se permite la pesca artesanal y es un semillero de especies porque gracias a su ubicación confluyen corrientes marinas que hacen que el mar sea muy rico en nutrientes.

Cifras que no cuadran

En la Reserva Marina de Galápagos (RMG), desde su creación en 1998, solo se permite la pesca artesanal; la pesca industrial está prohibida. Sin embargo, de esa fecha a la actualidad, hay algunas contradicciones en el número de pescadores legalmente registrados para realizar su trabajo.


Por ejemplo, Dionisio Zapata, presidente de la Cooperativa de Pesca COPROPAG, de la isla Santa Cruz, dijo en agosto pasado, durante la Asamblea Nacional del Ecuador (equivalente al Congreso Nacional), que “en Galápagos hay 1,200 pescadores, de los cuales solo están activos 700; el resto se ha jubilado”.


De acuerdo con las declaraciones de Zapata, 1,200 personas tienen la licencia de pesca PARMA, que emite el PNG, la cual es personal, intransferible y solo se extiende a residentes permanentes de Galápagos. Es el único documento que permite a los pescadores artesanales trabajar en el mar. Tiene una duración de dos años renovables y quienes la tienen, la consideran un activo, un documento con valor económico.


Dionisio Zapata, presidente de la Cooperativa de Pesca COPROPAG y originario de la isla Santa Cruz conversa sobre la situación de los pescadores en Galápagos. Foto: Franklin Vega Granja

Danny Rueda, director del PNG, proporciona las cifras oficiales. Él indica que el número reconocido de pescadores artesanales de Galápagos es de 1,145. De esta cifra, algunos no viven del mar, otros son operadores de turismo y otros ya fallecieron. Esta situación podría explicar por qué en la actualidad el sector pesquero no convoca a tanta gente como hace 20 años y por qué tampoco tienen fuerza en las paralizaciones o huelgas, pero prefiero creer que la razón es que ahora le apuestan al diálogo.


De acuerdo con Rueda, la lista de pescadores está conformada por 325 pescadores identificados por pescar de forma permanente. Es decir, esos 325 son quienes viven del mar, los “pescadores que sí pescan”. A estos se suman 350 pescadores ya fallecidos y 50 que cambiaron su actividad al turismo. Los restantes 420 “pescadores” no hacen de la pesca su principal ingreso, se desconoce si han pescado alguna vez en su vida.

Fuente: Parque Nacional Galápagos.


Dentro de esos “pescadores que no pescan” hay habitantes de las islas que tienen la licencia de pesca llamada PARMA, la cual les entregó el PNG con base en las listas que enviaron las cooperativas de pesca. Sin embargo, en lugar de pescar, ellos se ganan la vida como choferes, profesores, albañiles, mecánicos ex marinos, ex policías, ex guardaparques; algo que reconocen Rueda y los pescadores consultados, empero no proporcionan nombres. Como pasa en las islas, es difícil que un isleño señale a otro, pues a la vuelta de la esquina o después de un tiempo tendrá represalias.


El incremento de pescadores solamente en papeles no es un tema nuevo, el número se incrementó solo presentando documentos. Según los datos del PNG en 1998, cuando se creó la Reserva Marina, los pescadores artesanales sumaban 613; para 2002 llegaron a 1,059 y en 2008 ya se contabilizaban 1.100. Sin embargo, este crecimiento del número de pescadores ha sido nominal, el número de pescadores activos (los pescadores que sí pescan) se ha mantenido cerca de los 400 desde el 2001.


Otro indicador de los pescadores que sí pescan es conocer cuántos participaron en las pesquerías en Galápagos (langostas y pepinos de mar); según los registros del PNG, durante la última temporada de pepinos de mar, de junio pasado, se contabilizaron 444 pescadores, y en la de langosta de 2020 fueron 400; en 2020 no hubo pesca de pepinos de mar, pues estaba cerrada desde 2015 para que los pepinos se reprodujeran y recuperan.


Para Rueda, el repunte del número de pescadores en la pesquería de pepinos de 2021, que se reabrió luego de cinco años de veda, obedece a las presiones económicas causadas por la pandemia; y, porque la pesquería de estos animales brinda cuantiosos ingresos en poco tiempo. Por ejemplo, en la temporada de pepinos de mar de 2021 (que duró 16 días) los ingresos para los 440 pescadores que participaron, fueron de 2,6 millones de dólares según el PNG. Juan Carlos Torres dirigente pesquero de la isla San Cristóbal, recolectó pepinos de mar durante cuatro días y obtuvo 2,000 dólares, ya que en promedio les pagaron 5 dólares por cada pepino recolectado.


El registro pesquero del PNG se cerró en 2001. Desde ese año, solo se han inscrito a hijos de pescadores, que por ley entraron a la lista oficial a partir de 2015. Desde esa fecha, la normativa vigente no permite ingresar más nombres en la lista ni hacer depuraciones.


Al consultar el número real de pescadores del PNG con dirigentes pesqueros como Marco Escarabay o Juan Carlos Torres de la isla San Cristóbal, los dos coinciden en que los “pescadores que viven del mar” apenas suman 300 o 400.


En el año 2000, muchos isleños al ver los beneficios de la pesca de pepinos de mar, se declararon pescadores, sin embargo, algunos tenían poca preparación para bucear, pues a los pepinos se los recolecta en el fondo del mar. En esos años, hubo varios accidentes fatales por descompresión. Para evitar más accidentes y frenar el incremento de pescadores se intentó aplicar la normativa vigente. Así, el número de pescadores se cerró en 1,145, incluidos todos los que obtuvieron un aval de una de las cuatro cooperativas de pesca de Galápagos; de esta manera el límite de pescadores se ha mantenido desde 2015.

Embarcaciones como estas de fibra de vidrio en Pelican Bay, Puerto Ayora, isla Santa Cruz son las que utilizan los pescadores artesanales de Galápagos. Foto: Franklin Vega Granja

Gráfico del tamaño de las embarcaciones que pescan en Galápagos. Fuente: Dirección del Parque Nacional Galápagos, 2021, Boletín oficial de resultados del censo pesquero de Galápagos. Puerto Ayora. Licencias o comodines

Marco Escarabay, pescador de la isla San Cristóbal, tiene su licencia PARMA desde hace 20 años, pero pesca desde hace 35. Él señala que quienes tienen la licencia PARMA y no pescan, la conservan como una póliza o un ahorro a plazo fijo; un comodín que les permitirá acceder a un beneficio como los tours de pesca vivencial o cambiarse al turismo como sucedió en el 2013, que es de lo que vive el 80 por ciento de los isleños, según los datos de la Cámara de Turismo de Galápagos (Capturgal).


No obstante, no hay fecha para cambiar de pesca a turismo. Hace ocho años, 30 propietarios de botes de pesca de la Cooperativa COPROPAG y 20 de otras islas se “pasaron” a la pesca vivencial (ofrecen viajes de pesca a turistas dentro de la Reserva Marina) y a realizar tours de bahía, que son viajes de un solo día a lugares cercanos. Ellos todavía tienen su licencia de pescador, pero el permiso de su embarcación pasó de pesca a turismo. Otro antiguo pescador, en esta misma situación es Zapata. “Entré al proceso de cambio de actividad al último momento, no me interesaba al inicio, pero la familia me lo pidió”, replica Zapata.


En 2009 y 2013, en Galápagos, hubo oportunidades para que los pescadores se cambiaran al turismo mediante los concursos que se realizaron para acceder a cupos de pesca vivencial solo para el sector pesquero artesanal. “Eso no quiere decir que eso vuelva a pasar. La base de los nuevos concursos las hará el Consejo de Gobierno de Galápagos, eso lo dictamina la Ley”, con esa frase, Danny Rueda, director del PNG zanja el tema.


Entre los principales argumentos para el cambio de actividad de pesca a turismo estaban el de disminuir la presión sobre los recursos naturales de Galápagos y que más personas compartan los beneficios del turismo en las islas, que es una actividad que no ha dejado de crecer. En el 2019 según el Observatorio de Turismo de Galápagos alcanzó los 271,221 turistas que se registraron en el 2019, antes de la pandemia por COVID 19.


Rumbo a la creación de corredores marinos El cambio de actitud de Dionisio Zapata es evidente. De los reclamos aguerridos por mejores condiciones para su gremio, ahora habla de consensos y diálogo. “Nosotros estamos de acuerdo con que la nueva Reserva Marina de Galápagos y una franja pequeña alrededor de la reserva actual se conviertan en el corredor marino para la isla de Cocos, en Costa Rica”, señaló el 15 de octubre de 2021, dos semanas antes de que el Presidente de Ecuador, Guillermo Lasso, anunciara formalmente la nueva área protegida marina en el marco de la Conferencia de Cambio Climático de la ONU, conocida como COP 26.

La nueva Reserva Marina de Galápagos contará con una extensión de 60.000 kilómetros cuadrados adicionales a los de la actual RMG. De estos, 30.000 son de protección absoluta (en la imagen de la derecha en verde) y en los 30.000 restantes se prohíbe el uso del palangre (en amarillo en la foto).


En 1996, pescadores como Marco Escarabay impulsaron la creación de la Reserva Marina de Galápagos como una forma de frenar las incursiones de los barcos pesqueros industriales que incluso los golpeaban y pescaban a una milla de las costas de las islas. Para 2021, varios pescadores artesanales se sumaron al proceso de declaración de la nueva área protegida que todavía no se oficializa en el Gobierno de Guillermo Lasso.


Barco de pesca artesanal en la rada de Puerto Baquerizo Moreno, isla San Cristóbal. Foto: Franklin Vega Granja


Un gremio envejecido, cansado y sin relevos

Dos pescadores recolectan carnada viva (sardinas Opisthonema libertate) en Pelikan Bay, isla Santa Cruz. Foto: Franklin Vega Granja


Entre las prioridades de trabajo de Zapata están lograr que se autorice el uso del empate oceánico modificado (una especie de palangre o long line, un arte de pesca cuestionado por tener un alto índice de pesca incidental) y propiciar un relevo generacional dentro de la cooperativa, pues considera que su sector está envejeciendo. “No hay jóvenes; la edad promedio de los pescadores es de 57 años y estamos cansados. He pasado momentos duros, como cuando rescaté el cuerpo de un compañero buzo que falleció en una pesquería de pepinos de mar y no quiero volver al mar”.


Zapata, el aguerrido dirigente pesquero solamente está en el recuerdo y en las declaraciones en la prensa. La tarde de la entrevista se reunía con el sector pesquero y el ministro del Ambiente para poner en la agenda del Ministerio y el PNG sus demandas: uso del empate oceánico (un tipo de palangre o "long line" cuestionado por capturar especies que no son el objetivo), buscar financiamiento para la planta purificadora de agua de su cooperativa de pesca y poder fabricar hielo y mejorar la calidad en la venta de pescado.


Gráfico de la edad de los pescadores. Fuente: Dirección del Parque Nacional Galápagos, 2021, Boletín oficial de resultados del censo pesquero de Galápagos. Puerto Ayora.

Juan Carlos Torres, dirigente pesquero de la isla San Cristóbal, también está cansado. “Pesco desde los 16 años, ya tengo 40 y no quiero bucear más para atrapar pepinos de mar; estar tanto tiempo bajo el agua agota física y mentalmente. Toda mi familia ha pescado, pero ya es hora de parar y es necesario que ingresen jóvenes, no solamente los hijos de los pescadores”. A su criterio, los hijos de los pescadores han sido influenciados por “el discurso ambientalista” que les califica de depredadores del mar y a la vez reconoce que existen jóvenes que ven a la pesca como una actividad productiva ante las pocas oportunidades laborales en Galápagos.


Jonathan Erazo pesca desde los 16 años en la Reserva Marina de Galápagos. Obtuvo su licencia de pescador artesanal (PARMA) porque su padre, también pescador, falleció. Foto: Cortesía.


Jonathan Erazo, un pescador de 26 años, rompe ese discurso. “Pesco legalmente desde hace 10 años, pero he salido al mar desde cuando tenía ocho años. Conseguí mi licencia PARMA a los 16, porque había fallecido mi padre. Pescar no es un trabajo para mi, me encanta”. Además, su madre Maritza Suárez es una de las pocas pescadoras artesanales de Galápagos. Se puede decir que representa el resurgimiento de las familias pescadoras, en las que el papel de la mujer se visibiliza, reconoce y valora.

Erazo sale al mar una o dos veces por semana. Las faenas de pesca están ligadas a los pedidos que tengan para abastecer a restaurantes, barcos de turismo y hoteles.


Ante la situación, Danny Rueda, director del PNG, afirma que están trabajando con las cuatro cooperativas de pesca para actualizar el reglamento de pesca y buscar un mecanismo que permita ingresar a nuevos pescadores entre los jóvenes residentes en Galápagos, ya que residir de forma permanente en las islas es uno de los requisitos para trabajar en ellas.


En resumen: el Parque Nacional Galápagos ha emitido 1,145 licencias de pesca (PARMA) desde 1998. Esta cantidad incluye los nombres de 325 pescadores activos, que pescan permanentemente y viven del mar; 350 de pescadores que fallecieron, 50 pescadores que hacen turismo y 420 “pescadores que no pescan”.

A criterio de Rueda, en la actualización del registro de pescadores que aún no tiene una fecha prevista, solamente se utilizarán las 400 plazas disponibles (de los pescadores ya fallecidos y los 50 que hacen turismo), “mantendremos el número de 1,145 pescadores que es el número establecido en la normativa”. No obstante, no menciona qué hacer con los 420 que tienen el permiso de pesca sin utilizarlo.

En la rada de Puerto Baquerizo Moreno, isla San Cristóbal, Marco Escarabay, ex dirigente pesquero e impulsor de la nueva Reserva Marina de Galápagos propone una depuración del registro pesquero. Foto: Franklin Vega Granja Granja


Marco Escarabay, pescador de la isla San Cristóbal, propone una depuración del registro pesquero para dejar solamente a los pescadores que pescan y no permitir que, quienes “nunca se han lanzado al mar”, usen al gremio para obtener beneficios personales como el obtener un cupo de operación turística -que es uno de los activos más valiosos de Galápagos y su valor alcanza las decenas de miles de dólares- diciendo que son pescadores. Pero ese tema es otro que permanece a la sombra de los intereses entrecruzados en las islas, pues las autoridades locales temen represalias de sus vecinos y familiares, en una sociedad donde todos se conocen y la mayoría comparte intereses comerciales.

En el muelle de Pelikan Bay, Maritza Suárez, una de las ocho mujeres pescadoras que salen al mar, alterna la pesca con la venta de pescado, como el pez brujo (Scorpaena mystes) que hay sobre su mostrador. Foto: Franklin Vega Granja

Luego de entrevistar a varios pescadores y dirigentes pesqueros, puedo afirmar que los pescadores de Galápagos están divididos en tres grupos: quienes no tienen fibra propia y ganan un “jornal” al vender la pesca y descontar los gastos; los armadores que son propietarios de una o más embarcaciones; y los dirigentes (algunos ya no pescan y se dedican a las labores administrativas).


En algunos casos, hay pescadores dueños de lanchas (armadores pesqueros) y también comerciantes de pescado. Además, están los negociantes e intermediarios de pepinos de mar, langostas y pesca blanca: bacalao (Mycteroperca olfax), albacora (Thunnus albacares), lisa (Mugil cephalus), pargo (Lutjanus Sp.), palometa (Seriola sp).


A la anterior clasificación sumo dos categorías más, sugeridas por la esposa de un pescador, quien pidió la reserva de su nombre: “los pescadores responsables y, quienes se dedican a la farra constante, e incluso, al consumo de alcohol y otras drogas”.


El tema del consumo del alcohol y drogas en las islas es un tabú, pocos lo tratan abiertamente y existen pocos estudios sobre el tema. Un indicio se puede leer en el libro “Política de Drogas en Ecuador: un balance cuantitativo para transformaciones cualitativas”, publicado en el 2017 por Friedrich-Ebert-Stiftung (FES-ILDIS) Ecuador, el cual ubica a Galápagos entre las primeras provincias del país con más personas detenidas por cada 100 mil habitantes, por marihuana, pasta y clorhidrato de cocaína.


Walter Borbor, un pescador artesanal conocido por ser uno de los defensores de la Reserva Marina, confirma con algunas reservas esa clasificación para su gremio. “No juzgo a nadie, pero aún hay pescadores que pueden gastar casi todo lo que ganan en la pesca en licor y prostitutas”.


Otros pescadores hacen referencia a uno de sus compañeros que gastó en tres días los 12,000 dólares que obtuvo por la pesca de pepinos. No pude confirmar ese dato, pero se asemeja a lo que constaté hace 21 años cuando la pesca de pepinos de mar se empezaba a regular y el dinero circulaba en forma de licor importado como güisqui de una sola malta.


No pude obtener más testimonios sobre el consumo de alcohol ni de drogas, pero sí constaté lo dura que es una jornada de pesca en el mar. Permanecer horas bajo el sol, apenas cubierto con un toldo y con la sal del agua que deja una capa blanca sobre la piel, la sed y el frío por la noche. La angustia de no ver en la oscuridad, ni siquiera a pocos metros, ni saber si se está cerca de tierra firme. El único aliciente es que en Galápagos no hay piratas que les roben los motores fuera de borda o dejen a los pescadores abandonados en el mar -incomunicados-, o los maten como ocurre en la costa continental del Ecuador. En las islas no se registran denuncias sobre piratería.


Es reconfortante saber que en Galápagos hay más pescadores como Marco Escarabay, Jonathan Erazo, Maritza Suárez o Walter Borbor por citar algunos nombres de pescadores que aman el mar. Escarabay es enfático al defender el océano: “ser pescador es un oficio duro, me enganché con la pesca cuando aprendí a bucear y vi que la mayor riqueza de Galápagos está bajo la superficie; estoy convencido que debemos proteger el la Reserva Marina y ampliarla más”, asegura.


Este reportaje fue producido con el apoyo de la Earth Journalism Network de Internews

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