Este reportaje se produjo con el apoyo de Earth Journalism Network
La comunidad A'i Cofán de Sinangoe (provincia de Sucumbíos, Amazonía norte del Ecuador) se organizó para la defensa de su territorio ancestral. Para esto conformó en el 2017 una guardia comunitaria para patrullar sus tierras y alertar sobre las incursiones de los mineros ilegales. Esta guardia se financia con la venta de peces que “cultivan” en su territorio. Una lucha que no ha sido fácil, como tampoco lo es ingresar a su comunidad.
Primera cosecha de paiches (Arapaima gigas) en la comunidad A'i Cofán de Sinangoe. Foto: Cortesía de The Nature Conservancy.
En la vía Lumbaqui-Lago Agrio, en el norte de la Amazonía, hay un desvío que conduce a La Bonita, provincia del Carchi. El inicio del camino está marcado por el puente sobre el río Aguarico, uno de los más importantes del oriente y luego de 20 kilómetros está el pueblo de El Cabeno. Allí un letrero descolorido en el que apenas se puede leer “Comunidad A'i-Cofán de Sinangoe” marca el ingreso a este territorio indígena; desde este punto son dos kilómetros lastrados que se interrumpen a 500 metros.
Un pequeño riachuelo destruyó el puente de madera que une a El Cabeno con la orilla del río Aguarico, que es el punto de partida para el ingreso a la comunidad Sinangoe. Para llegar a este embarcadero hay que caminar y pasar otro puente de troncos de tres metros de largo. Una vez en la orilla del Aguarico la otrora sutil corriente, se vuelve torrentosa.
Sus aguas rápidas braman, decenas de troncos apilados en la mitad del cauce dan cuenta de la fuerza de la corriente. En minutos llega una canoa celeste de fibra de vidrio que luce un logotipo del taller donde la fabricaron: otra comunidad Cofán llamada Duerno.
El viaje sobre el caudaloso río es corto, unos 10 minutos, y hay que pagar 1,5 dólares (0,75 por viaje).. José el conductor de la canoa maniobra la canoa de ocho metros de largo como si se tratase de un bote inflable de goma, como los que se utilizan en el rafting. Para cruzar el tramo deja que las aguas arrastren la canoa de reversa, para luego avanzar contra corriente sorteando piedras, troncos y bajos.
Embarcadero de la comunidad A'i Cofán de Sinangoe en el río Aguarico. Foto: Franklin Vega.
En la otra orilla atraca en un banco de arena. Desde esta playa temporal hay que volver a caminar por el lecho seco del río. A los 5 minutos de camino se muestra otro brazo del Aguarico. Wider Guaramag, presidente de la comunidad, explica que cubrir ese trayecto es uno de sus mayores inconvenientes para comercializar sus productos. “Imagine cruzar todo este tramo cargados al hombro el paiche o las cachamas”.
El segundo cruce es más corto, cuesta 1 dólar, y el río es menos agitado. Al fondo, en una de las curvas del río, las montañas cubiertas de diferentes tipos de bosques muestran varios planos con varias tonalidades de verde.
“Cuando el Aguarico crece, todo esto desaparece bajo el agua”, comenta Guaramag, mientras señala con su mano un espacio que cubre unas tres canchas de fútbol. Al llegar a la comunidad hay que subir por un sendero con lodo de unos 30 metros. Sobre la orilla hay una explanada donde se alza el centro poblado A'i-Cofán de Sinangoe. Las 56 familias que la conforman viven de la agricultura de subsistencia; los únicos dos empleados públicos del lugar son los maestros de la escuela bilingüe. El resto de los 250 habitantes son agricultores.
En el centro de la comunidad hay una cancha cubierta. Ocho casas de madera, levantadas sobre pilotes complementan el paisaje. No disponen de electricidad, solo unas pocas casas disfrutan de corriente que llega con “poca fuerza” desde El Cabeno. Al norte, a 30 kilómetros está la frontera con Colombia y sus problemas de violencia armada.
El sistema de agua entubada que suple a los habitantes fue construido con el GAD Municipal de Gonzalo Pizarro pero aún no funciona en su totalidad. De inmediato, Guaramag camina hacia el área donde él y los demás integrantes de la comunidad practican la piscicultura desde el 2020. “Nos apoyó The Nature Conservancy (TNC) con el objetivo de apoyar la seguridad alimentaria de la comunidad y generar recursos económicos; nos capacitaron y construimos las piscinas. Unas son administradas por grupos de familias y otras por la Guardia comunitaria A’i Cofán de Sinangoe. El objetivo es financiar los patrullajes del territorio de Sinangoe”.
Wilder Guaramag, presidente de Sinangoe; Martín Quenamá, integrante de la guardia comunitaria y Cindy Grefa, parte de la comisión de piscicultura en una de las piscinas de cachamas. Foto: Franklin Vega.
Cindy Grefa, encargada de las piscinas, explica que mantienen sábalos (Brycon amazonicus), cachamas (Piaractus brachypomus), paiches (Arapaima gigas). “La piscicultura es uno de los apoyos que recibimos y gestionamos con grupos de familias, funcionamos como socios, cada uno tiene una tarea. La Fundación Centro Lianas nos apoyó también en las capacitaciones. A los peces los alimentamos con productos de la zona como oritos (una variedad de banana pequeña y dulce que recolectan y cultivan en sus huertos) que les gustan a las cachamas y balanceado para pescado”.
Junto a las piscinas, que miden 100 metros de largo por 25 de ancho, ahora secas donde se cultivaron los paiches, hay dos llenas donde crían cachamas. El día del recorrido pescaron algunas para el almuerzo de la minga que realizaron en la comunidad. Cinco mujeres se encargaron de preparar los pescados. “Pronto ofreceremos también actividades turísticas”, dice una de las mujeres, mientras realiza cortes en el costado de los peces antes de dejarlos macerar con condimentos.
Guaramag explica que desde el 2018 han evitado que se instalen en el territorio comunitario mineros ilegales. “Tenemos identificados los lugares donde suelen ingresar: al norte, al sur y occidente de nuestro territorio incursionan con relativa frecuencia; por esto patrullamos constantemente estas zonas”.
Cachamas "cosechadas" como parte del almuerzo que realizaron luego de una minga en la comunidad A'i Cofán de Sinangoe. Foto: Franklin Vega.
Los guardias comunitarios son 15 indígenas uniformados con su vestimenta tradicional, que llevan como un símbolo de su lucha lanzas de chonta. Quenamá luce una camiseta verde larga con el escudo de la guardia en el costado izquierdo del pecho, el cual está compuesto por dos lanzas cruzadas, coronadas con un penacho compuesto por 20 plumas anaranjadas, amarillas y azules, y en el medio tres plumas largas, dos azules y una roja central. Bajo las lanzas la fauce de un jaguar entreabierta, en la cual se distinguen los colmillos. El atuendo de los guardias indígenas se complementa con un pantalón y pañuelo negros.
“Por lo general, los mineros están en grupos de cuatro o seis. Si los encontramos, les pedimos que salgan; les indicamos que este es un territorio protegido”, explica Martín Quenamá, miembro de la Guardia de la Comunidad y ahora responsable de las piscinas. Él y sus compañeros hacen recorridos cada dos semanas en grupos y según la zona pueden durar hasta cinco días en la selva.
Los patrullajes de la Guardia indígena se realizan desde del 2017 cuando se organizaron ante las concesiones mineras que el Estado realizó sin consultar a los pobladores. “Es un grupo no violento que se encarga de vigilar y proteger nuestro territorio comunitario”, enfatiza Guaramag. “Cada 17 de septiembre se celebra un año más de la Guardia Indígena, esa fue una fecha acordada por la comunidad, como casi todas las decisiones que se adoptan en este territorio”, añadió.
Realizar los patrullajes requiere de recursos para movilizar a los guardianes que suelen realizar sus rondas apoyados por la tecnología. Ellos utilizan sistemas de posicionamiento global (GPS), teléfonos inteligentes, cámaras de video y fotografía, y para misiones específicas, drones. Estos equipos se los facilitaron otras fundaciones como Amazon Frontlines con quienes han elaborado mapas y reportes sobre los hallazgos en el terreno. “Nuestra mayor ventaja es que conocemos el territorio, sabemos cómo movernos en el bosque, es nuestra tierra y la relación que tenemos con ella es vital, somos parte del territorio”, reflexiona Guaramag.
Parte de los recursos económicos que se requieren para la compra de estos aparatos los obtienen con los paiches que cultivaron en las piscinas. “Sembramos paiches que compramos en Peces Tropicales, una empresa de Lago Agrio. Pero se los comieron las aves. Es una especie costosa de mantener, por esto decidimos venderlos a la misma empresa cuando los peces alcanzaron las 20 libras. Sin embargo, lo haremos a un precio menor del pactado. Nos dijeron que el mercado estaba malo”, dice Guaramag
Aún no deciden si volverán a cultivar paiches, porque su mayor debilidad es la cadena de comercialización. “Además de sacar los pescados al hombro y canoa, no tenemos seguro a quién venderlos”, comenta Guaramag.
¿Han pensado buscar un comerciante de mariscos, de esos que llegan casi todos los días a Lago Agrio para aprovechar la cadena de frío de los comerciantes de camarones que llegan a la Amazonía con pescado y camarones y se regresan con paiche para la costa? se le preguntó a Guaramag. El líder comunitario respondió que lo considerarán y analizarán con sus socios de TNC.
El Ministerio del Ambiente frena la entrega del título de propiedad
Los cofanes de la comunidad de Sinangoe han frenado las incursiones de mineros ilegales en las orillas del río Aguarico. Foto: Franklin Vega.
“Los cofanes estamos en este territorio antes de los municipios, antes de que se creen las provincias, antes de la primera Constitución y antes de que se declare Parque Nacional Cayambe Coca”, sentencia con firmeza Guaramag.
Luego de ganar los tribunales un proceso contra la minería de oro (en el 2019), solicitaron al Ministerio del Medio Ambiente, Agua y Transición Ecológica (MAATE) la adjudicación de su territorio ancestral que comprende 63.775 hectáreas. A pesar de mantener varias reuniones con los ministros y el personal del MAATE, el trámite sigue paralizado.
El mayor obstáculo para la entrega de un título de propiedad global para la comunidad Ai Cofán de Sinangoe es la declaración de la Reserva Cayambe-Coca en 1970, actualmente conocida como Parque Nacional Cayambe-Coca.
Por eso, desde hace 54 años, los cofanes de Sinangoe mantienen acuerdos temporales con el MAATE para el uso y manejo de su territorio.
“Los funcionarios del MAATE deciden sobre nuestro territorio. Y no quieren autorizar que construyamos una escuela en una zona cercana a la cancha cubierta, quieren que la construyamos en una zona que se inunda”, se lamenta Guaramag.
“La Ley nos ampara y existe la normativa para tener la tierra, pero en el MAATE de Quito, no atiende nuestros pedidos”, comenta Guaramag. Al respecto consultamos con el MAATE y el silencio es la respuesta que recibimos.
Guaramag recalca que en su territorio no existe deforestación ni tala ilegal, “a diferencia de lo que pasa en el resto del Parque Nacional Cayambe Coca donde casi nunca hay guardaparques y los pocos que llegan solo visitan los límites desde el vehículo y se van”.
La minería de oro en el río Aguarico se frenó en el 2018
Durante uno de sus patrullajes, la guardia indígena encontró excavadoras en la orilla del río Aguarico. De inmediato notificaron a las autoridades en Quito y al indagar un poco más descubrieron que el Gobierno había entregado 20 concesiones mineras a lo largo del río Aguarico sin consultar con nadie.
De inmediato, los líderes comunitarios plantearon una Acción de Protección con el apoyo de la Defensoría del Pueblo. A finales del 2018, la Corte Provincial de Sucumbíos ordenó revertir todas concesiones mineras en el río Aguarico y dejar sin efecto las que estaban en trámite. “Logramos un fallo histórico, solo ponga en Google, Caso Sinangoe y verá que libramos una batalla histórica”, recalca Guaramag.
En el 2021 la Corte Constitucional de Ecuador eligió el caso de Sinangoe para su revisión y celebró la primera audiencia en territorio indígena de la Corte en la comunidad. “Hasta esta cancha cubierta llegaron los jueces de la Corte Constitucional y dictaminaron que no hubo consulta previa”, sentencia Guaramag.
En la web de la Corte Constitucional consta el texto de la Sentencia 273-19-JP/22 que dice: “La Corte Constitucional revisa la sentencia que resolvió aceptar la acción de protección presentada por la Defensoría del Pueblo y por el presidente de la Comunidad A’I Cofán de Sinangoe debido al otorgamiento de 20 concesiones mineras y por encontrarse en trámite 32 concesiones alrededor de los ríos Chingual y Cofanes, generando impacto también en el río Aguarico. La Corte ratifica las sentencias dictadas en el marco del proceso de origen y las medidas de reparación ordenadas”.
A pesar de este fallo calificado como histórico por Guaramag, el MAATE aún no ha cumplido su parte que es la remediación ambiental de tres piscinas que dejaron los mineros ilegales. Pero los incumplimientos de la autoridad son la norma. Los cofanes recuerdan con rabia, ya ratos con resignación, cómo en la última denuncia que hicieron por minería ilegal al MAATE solo llegó un uniformado de la Unidad de Protección del Medio Ambiente (UPMA) a verificar los hechos (presencia de maquinaria) luego de tres meses haberse dado la alerta.
“En la defensa de nuestro territorio solo estamos nosotros y la guardia indígena. El Estado no cumple ni con lo que la Justicia le ordena”, finaliza Guaramag.
Piscina de cachamas en la comunidad A'i Cofán de Sinangoe. Foto: Franklin Vega.
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