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Foto del escritorFranklin Vega

María José Mateo, la biotecnóloga que encontró tiburón en nuestros platos

Hace 10 años, el barco pesquero Fer Mary fue detenido en Galápagos con 286 tiburones zorro, 22 tiburones azules, 40 tiburones de Galápagos, 6 tiburones martillo, todas especies protegidas. En ese tiempo María José Mateo cursaba sus estudios en Ingeniería en Procesos Biotecnológicos en la Universidad San Francisco de Quito. La noticia de la masacre de estos animales le indignó a tal punto que decidió investigar qué pasaba con el comercio de la carne de tiburón. Hoy en día no come pescado.




“En Quito, si alguna vez usted comió en una cadena de comida del mar, es seguro que comió tiburón”.
María José Mateo, Biotecnóloga





Le preguntó por qué los tiburones y porqué estudiarles, responde de inmediato “en Galápagos se han encontrado cientos de barcos con tiburones y sus aletas”. Sin embargo, el diálogo con María José Mateo empezó con una aclaración. El aleteo, la práctica que consiste en pescar el tiburón y cortar sus aletas, cuando aún está vivo y lanzarlo al mar, está prohibida en el Ecuador. "Por eso optan por pescar el tiburón completo y evadir la Ley; los pescadores utilizan su carne, pero el negocio está en las aletas, la carne es un adicional".


De esta forma, inició su proyecto de tesis bajo el título "¿Comemos tiburón?:Identificación molecular de carne de tiburón de venta en mercados y pescaderías del Distrito Metropolitano de Quito". Con este trabajo obtuvo el título de Ingeniera en Procesos Biotecnológicos en la Universidad San Francisco de Quito, Colegio de Ciencias Biológicas y Ambientales en el 2014


La cifra que confirmó su indignación fue el número de tiburones que se mataban cada año. Para el 2014, María José Mateo calculó que fueron más de 200.000 tiburones y que su carne se comercializa en el país. Se enfocó en los mercados de Quito, pero enfatiza que "esta práctica seguramente se realiza en todo el Ecuador". Para comprobar que tipo de tiburones se venden en la capital, visitó 11 mercados y tres pescaderías en Cotocollao, La Kennedy, América, La Atahualpa, Cumbayá y San Roque. Las muestras las obtuvo comprando el pescado que le ofrecían.


"Fue más fácil comprar un poco de pescado en cada mercado, que pedir que me dejen muestrear. Por un dólar me daban un trozo grande, más que suficiente para el análisis”. Estas carnes fueron sometidas a pruebas genéticas -tipo PCR, las mismas que realizan para detectar el COVID- que confirmaron que comemos tiburones.




Mercado América en Quito archivo Teodoro Vega


En este punto, le comento a María José sobre mis incursiones al Mercado América de Quito y como los jueves y domingo de madrugada, se exhiben decenas de tiburones sin aletas. A pesar de mis denuncias realizadas al Ministerio del Ambiente y Agua por redes sociales, siguen vendiendo tiburón sin problema. La investigadora confirma mis observaciones y asegura que, con base a los resultados de las pruebas genéticas, la carne de tiburón se vende como corvina, picudo, atún, cherna, tollo y tinto.


Le admito que para mí los peces lucen igual. Ella concuerda que es difícil identificar la especie de tiburón si no está el animal completo con su cabeza y aletas. “Si nos ofrecen un trozo de carne de tiburón, nos pueden vender como cualquier otro pescado grande de aguas frías… Incluso los mismos comerciantes pueden ignorar que se trata de tiburón”. Por eso la biotecnología nos brinda herramientas de investigación que miran en el genoma del tiburón.


La investigadora, me comentó que existe un estudio previo que secuenció todo el genoma de los tiburones, es open data disponible en internet y a partir de eso se identifican los “primers” que dan inicio a esa porción de ADN que se multiplica y se utiliza para definir la especie de tiburón. Mientras detalla el procedimiento, pienso en las películas de Jurassic Park, donde el Dr. John Hammond a partir de unas gotas de sangre reconstruye varias clases de dinosaurios. María José con un trozo de carne, secuenció las especies de tiburón. ¡Increíble!


Captura de pantalla de la charla vía Zoom en la cual explica el proceso de identificación de las muestras de carne de pescado obtenidas en los mercados.


Luego compartimos pantalla y me explica cómo se establece primero con una prueba PCR que la carne sea de tiburón y luego con una segunda comparación (PCR múltiples), la especie. Al verla explicar las filas semejantes a un código de barras horizontal, me parece sencillo y le pregunto si se puede hacer de forma masiva para ver qué comemos en Quito. Con una sola frase me ubica, "de lo que conozco no hay laboratorios que realicen esto, pero por seguridad alimentaria, deberían hacerlo".


Según sus resultados, las especies más comercializadas en los mercados de Quito son: en primer lugar, el tiburón azul o aguado (Prionace glauca en la Lista Roja de la UICN como una especie amenazada y de comercio restringido), seguido del tiburón mico (Carcharhinus falciformis) y el tiburón rabón (Alopias pelagicus).


Le pregunto entonces si ella come pescado. Me responde que lo evita, no solamente por los tiburones, sino por las altas concentraciones de mercurio, mientras más grande el pez, más mercurio tiene, la bioacumulación es el mayor problema para la salud. "Es terrible, nos enfermamos por lo que estamos comiendo".


Para cerrar nuestra entrevista, le digo que Ecuador es el tercer exportador mundial de aletas de tiburón. Responde de manera tajante, no es algo que debamos enorgullecernos, "no existe una pesca incidental, sino dirigida; incidental es uno, diez, no cientos; pescan tiburones a propósito, es una pesca ilegal. El daño es enorme, los tiburones deben ser conservados, su reproducción es muy lenta... hay poco interés en la gente".



Al cerrar la conversación le felicito por su trabajo y le demuestro mi admiración por hacer su parte, actuar desde su espacio para ayudar a conocer y conservar a los mayores depredadores de los mares. A mí me queda un nudo en la garganta y me pregunto si he comido tiburón, ¿cuántas veces, ? No quiero ni imaginarme si ese tiburón sufrió al ser cercenado por sus aletas. También quiero pensar que las personas son ingenuas y que terminan muy a mi pesar comprando tiburón en los mercados sin saberlo. Pero también quiero creer que si lo supieran dirían: en mi plato no.


Desembarque de tiburones en el Puerto pesquero en Manta archivo particular.


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