Pedro Alarcón, investigador y autor del libro: “Ecuador la era del petróleo: naturaleza, renta y Estado”, conversó con Elena Mejía de Bitacora Ambiental para dar una respuesta a las disyuntivas del discurso ambientalista sobre los “derechos de la naturaleza”, el “Buen Vivir” y el “desarrollo sostenible”.
Pedro Alarcón en Quito. Foto: @TeodoroVega
Para cuando nos sentamos con Pedro Alarcón, mis dudas existenciales, después de leer su trabajo, eran grandes. Como muchas personas, me preocupa el ambiente. Los Derechos de la Naturaleza y el Desarrollo Sostenible son parte del discurso que he normalizado en mi vida. Creo que entiendo el Buen Vivir. Pero en una hora Pedro Alarcón me ayudó a comprender como al juntar todos estos conceptos en el mismo saco, podía estar alentando una fantasía que me impidiera cuestionar estos discursos ambientales. Creo que mi corazoncito verde me ha estado jugando una mala pasada todo este tiempo.
Nos sentamos con Pedro una tarde de lunes, le advertí que mi intención no era parafrasear su obra y sus resultados sino poder explicar su trabajo en palabras sencillas y útiles. Lo veo dudar, es muy serio. Para romper el hielo le digo que se veía muy bien en su defensa de tesis, que la vi por Facebook, pero en vez de conseguir su complicidad me pareció que se puso más nervioso. Creo que no sabía que era pública. Así que dejé de lado las trivialidades y entré en materia. Estuve en lo correcto, él es un investigador de cepa y se siente cómodo entre su trabajo.
Captura de pantalla de la reunión con Pedro Alarcón
Alarcón comenzó su carrera en las energías renovables, me explicó algo de las pilas para los autos eléctricos, yo asentí educadamente. Luego su interés se volcó al petróleo y de ahí de forma orgánica a la naturaleza. En este recorrido estudiantil, cursó una maestría que lo llevó a decidirse por un doctorado. Tardó cuatro años para responder una pregunta: ¿Cómo tratamos a la naturaleza? Para responder esta cuestión se adentró en los conceptos más profundos de culturas alrededor del mundo que buscan la comunión entre el ser humano y la naturaleza. Así llegó al Buen Vivir, en Ecuador. Al Vivir Bien, boliviano. Y al Ubuntu africano. Todos según el investigador con una base conceptual similar en donde la naturaleza no es un objeto de aprovechamiento o de extracción sino es un ser. Qué bonito, pienso, mientras mi corazoncito verde late.
Pero identificar la aplicabilidad de un concepto como el Buen Vivir para las políticas ambientales y los modelos económicos, se tornó complicado. Con su investigación a cuestas, Pedro se enfrentó a la realidad de tener que discernir entre la teoría y la práctica. Por esta razón a pesar de que aclara que el análisis de discurso no fue la metodología de su tesis, si fue uno de los métodos con el cual optó explicar esos cambios discursivos del Estado y las organizaciones de la sociedad civil frente a la Naturaleza. Como ejemplo para explicarme de que va este análisis del discurso, escogió la bien conocida iniciativa Yasuní ITT. Esta, en su momento, convocó al mundo entero a buscar el Buen Vivir y a renunciar a un modelo económico extractivo de uno de los sitios más biodiversos del mundo. Pero como él lo explicaría, al final no funcionó.
Laguan El Pilchi, en el límite norte del Parque Nacional Yasuní Foto: Teodoro Vega
Para Alarcón, el Yasuní ITT desafío el concepto de “Desarrollo Sostenible” por un concepto anti-progreso o de límites del desarrollo. Es decir, no más desarrollo ni siquiera si este es sostenible. Por primera vez no se trataba de justificar un modelo económico que vaya acorde a la explotación del petróleo, sino simplemente dejar el recurso ahí, se trataba de reconocer a la Naturaleza como un ser con derechos. Derecho a no morir o ser agraviada. Según Pedro Alarcón, como un acto sin precedente, los discursos otrora antagónicos del Estado y la Sociedad Civil convergieron. Había un acuerdo. Sin embargo, esta lógica no era compatible con el mundo en el que vivimos, no estaba acorde al marco monetarista del cuidado de la naturaleza global. No estaba ni tan siquiera en línea al Protocolo de Kyoto. Sí, -me dice Pedro, enfático- la lógica del protocolo de Kyoto era que se debía pagar por la contaminación causada y en el caso del Yasuní ITT se debía pagar, pero no había contaminación. Entonces las partes se volvieron locas.
Con varias imperfecciones en el modelo del Yasuni ITT propias y causadas por el modelo económico global, con reglas que variaban a lo largo de la iniciativa y pocas garantías sobre el destino del dinero, lo que una vez pudo ser el Buen Vivir, puro y duro, se terminó en 2013, con las imborrables -al menos para mí- palabras del expresidente Rafael Correa “El mundo nos ha fallado”. El siguiente año en 2014 la Asamblea Nacional dio permiso para iniciar la explotación del ITT por encima de la Constitución y los derechos de la Naturaleza. Bajo esta lógica, permiso para vulnerar a un ser con derechos. Entonces, el discurso cambió, menciona el investigador, se comenzó a hablar de un modelo de desarrollo económico llamado Desarrollo Sostenible. Hago una pausa y replico confundida: ¿Qué pasó aquí? O sea ¿no hay Derechos de la Naturaleza en el Desarrollo Sostenible? Y lo que es, aún peor ¿no hay Buen Vivir en el Desarrollo Sostenible? Al parecer, dice Alarcón, la respuesta corta es no. Vaya, pensé, es todo un mito y suspiré.
Alarcón inmutable al shock que me estaba causando, continuó: la trampa de los países como el Ecuador, que es el segundo exportador de materia prima en Suramérica, es el pensar que puede huir del mercado global. Y es la verdad, pienso, somos a veces tan ingenuos. Entonces ¿qué podemos hacer? Refuto alzando mis hombros, ¿Botamos la toalla?, no necesariamente dice de modo pausado. Para él, existen puntos positivos de nuestro país. Una Constitución única en el mundo que a pesar de todo reconoce los Derechos de la Naturaleza y una alta conciencia ambiental entre las personas “son puntos importantes”. Además, señala, que la corresponsabilidad mundial en los temas de la naturaleza comienza a cobrar más importancia.
Al terminar la entrevista, le pregunto por las conclusiones de su estudio y la respuesta corta a la pregunta central de su investigación ¿Cómo tratamos a la naturaleza? A lo cual, Pedro Alarcón respondió sin titubear “como un objeto”. En ese momento, que nunca olvidaré, este investigador, había roto mi corazón verde.
Portada del libro de Pedro Alarcón. Dar click sobre la foto para ir al sitio de descarga.
Nota 1: El protocolo de Kyoto fue uno de los mecanismos de compensación monetaria ambiental más sonados en mi época de ingenua estudiante. Este consistía en un pago, en donde los países que más emitían contaminantes a la atmósfera compensaban con dinero a los países menos industrializados por mantener sus recursos. La crítica a este mecanismo fue la posibilidad que le brindaba a los países industrializados para seguir contaminando siempre y cuando pagarán por esta contaminación. Es decir “0” corresponsabilidad en el conteo global de emisiones. Por suerte esto parece que ha evolucionado… un poco.
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