Contrabandistas llegan desde Perú y Brasil al departamento de Pando para llevarse a la peta de río y sus huevos (tortuga de río conocida como Charapa gigante). Utilizan las mismas rutas del narcotráfico y contrabando de mercadería e incluso se adentran en la Reserva Nacional de Vida Silvestre Amazónica Manuripi, donde solo siete guardaparques deben patrullar 773.455 hectáreas y hacer frente a traficantes de huevos, que ingresan armados a altas horas de la noche.
Este reportaje fue escrito por Eduardo Franco Berton y fue publicado por la Red Ambiental de Información (RAI), fue producido en alianza con el proyecto Amazon Underworld*. La publicación original en este enlace Charapas amazónicas
Cuando el velo de la oscuridad envuelve a la selva, hombres armados con rifles Marlin calibre .22 ingresan decididos a perseguir a su presa. Y una vez que la bala acierta su blanco, el animal cae herido al agua para nadar hasta la orilla donde se desangra hasta morir. “Si no la atrapan cogiéndola con las manos, la matan a tiros. Esa es la forma de cazar a la peta (conocida como tortuga charapa en Ecuador)”, nos susurra Samuel, como llamaremos a un policía que conoce estas operaciones y pidió no ser identificado, consciente del peligro que acecha esta recóndita región de la Amazonía boliviana.
Samuel se refiere a las personas que van en la búsqueda de la tortuga de agua, conocida localmente como la peta de río (Podocnemis unifilis), una especie que está considerada entre las más cazadas del Amazonas, cuya carne y huevos son altamente codiciados y considerados una suerte de “manjar” en las mesas de comensales de diferentes lugares del departamento de Pando y otras localidades fronterizas de la Amazonía.
Entre los meses de julio y septiembre, los ríos de Pando se convierten en un escenario de vida y muerte. La peta de río emprende un viaje de varios kilómetros hasta alcanzar las playas de los ríos Tahuamanu, Orthon y Manuripi, donde entierra sus huevos en la cálida arena, para dar así continuidad a su ciclo natural. Pero su llegada no pasa desapercibida. Con su arribo, decenas de personas se aventuran por las aguas de estos mismos ríos y sus playas para extraer los huevos de este reptil.
La peta de río es la segunda especie de tortuga más grande de su género, después de la Peta Gigante o Tartaruga (Podocnemis expansa). Se distribuye en las cuencas hidrográficas del Amazonas y del Orinoco. Foto: Eduardo Franco Berton.
Cada incursión que realizan los cazadores es como una danza con la muerte, motivada por la ambición de obtener la mayor cantidad de huevos. “Se lanzan al agua en la madrugada y cruzan nadando o en algunos neumáticos. De ahí comienzan a recolectar (los huevos), terminan con una playa y cruzan al frente (a la otra ribera del río). En ese cruce, pueden ser atacados por un caimán negro, una sicuri (anaconda), o pisar una mantarraya”, indica el biólogo Rolando Toyama, técnico de Recursos Naturales de la Reserva Manuripi.
Motivados por la promesa de ganancias lucrativas, los contrabandistas se enfrentan a estos peligros inminentes y el constante acecho de las autoridades, y no se conforman con la extracción de un solo nido de huevos de peta (charapa), sino que saquean hasta 50 nidos a la vez. Cada uno de los nidos alberga entre 30 a 35 huevos y el valor en el mercado negro puede llegar, por unidad, a quintuplicar el precio de uno de gallina.
En medio de este panorama sombrío, la peta de río está entre las especies consideradas como “vulnerables”, según la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). En Bolivia, toda comercialización, manejo o cacería de fauna silvestre para ser legal debe contar con un plan de manejo, lo que existe únicamente para el lagarto y la vicuña. De ahí que cazar a la peta de río sea considerado ilegal.
Mercado negro
Los cazadores de tortugas llegan silenciosamente como sombras en la noche, desde las turbulentas aguas del río Tahuamanu hasta la aparente tranquilidad de Cachuelita, una comunidad en medio de la selva amazónica de Pando, en donde realizan sus transacciones clandestinas. “Corren la voz que traen consigo cinco o diez petas, escondidas debajo del motor de su embarcación. Llegan y las venden”, explica Samuel.
“Son unas ocho a 10 casitas, [el lugar] donde se hacen los negocios está en la orilla del río Tahuamanu, todo mundo llega ahí”, dice. Samuel revela que cuando se trata de compradores brasileños, la transacción se cierra en reales. “Pagan 300 reales (equivalente a 58 USD) y se llevan su peta”.
Para el uniformado, Cachuelita es considerada una zona roja no solo para el tráfico de vida silvestre, sino también para otras actividades ilegales. “Es punto clave, tanto de narcotráfico, de (venta de) petas. Ahí es el punto de todos los ilícitos. El otro día nomás han cogido droga”.
Pero el mercado negro de la peta y sus huevos no opera únicamente en un lugar físico. Samuel también explica que por las redes sociales incluso se ofrecen entregas a domicilio. “Se venden huevos de peta. Más preguntas al WhatsApp”, se puede leer en diferentes anuncios que son publicados en grupos de compra y venta de Facebook.
En Facebook existen grupos con anuncios que ofrecen abiertamente huevos de peta aunque sea ilegal. Fotografía extraída de redes sociales.
Ximena Morales, egresada de la carrera de Biología que ha trabajado en proyectos con la peta, comenta que la venta de huevos en el municipio de Cobija, fue bastante elevada el 2023, algo que se facilitó con la tecnología digital. “Se estaba propagando por grupos de WhatsApp, Facebook e Instagram. Ante esta situación, la gobernación habilitó números de emergencia para hacer las denuncias correspondientes”.
Históricamente, el consumo de huevos de peta en las comunidades indígenas ha estado asociado a la obtención de proteínas, cuenta el investigador senior de la Universidad Amazónica de Pando, Julio Rojas. “Ellos consumen más por tradición y por el acceso que tienen a este alimento en ciertas épocas”.
Morales cree que la migración hacia las ciudades y la nostalgia por los productos del monte generan una creciente demanda en el mercado negro. Algo que no solo se da por la gente que anteriormente vivía en las comunidades y se ha mudado a las ciudades, sino también, por los migrantes del occidente del país que llegan a Pando y se ven atraídos por el consumo de productos de la vida silvestre. “Son estas personas las que más están generando la demanda. Se ha visto que la migración de otros lados es lo que más influye”, expresa Morales.
Para este reportaje, consultamos a diferentes personas en Pando y nos indicaron que la carne y los huevos de peta tienen diferentes usos: el consumo de los huevos por sus supuestas propiedades afrodisíacas; la aplicación del aceite de la grasa corporal en tratamientos cutáneos y en la cura de hemorroides; el consumo de la carne en el “sancochado de peta”; el caparazón como adorno; los huevos para hacer tortillas y la elaboración del “mushangué”, una preparación culinaria a base de huevos de peta crudos batidos con azúcar y leche.
La legislación boliviana prohíbe la captura, acopio y acondicionamiento de animales silvestresy sus productos derivados. De igual manera, el Código Penal establece una pena de hasta seis años de cárcel por el delito de destrucción o deterioro de bienes del Estado y la riqueza nacional.
Por su parte, el Decreto Departamental 03/2022, en su artículo segundo, aprueba la veda anual de captura, caza de tortugas y recolecta de huevos en ríos, arroyos y lagos del departamento de Pando, en el periodo comprendido del 20 de julio al 31 de diciembre de cada año.
Aun con las leyes y las penas establecidas, la sed de los huevos de peta persiste como un río rebelde que desafía cualquier intento de contención.
Huevos de peta decomisados por los guardaparques en la Reserva Nacional Manuripi. Foto: Sernap Manuripi.
Presencia armada en Cobija
En los recuerdos de los habitantes de Cobija, el eco de la violencia desatada entre 2015 y 2018, aún resuena como un fantasma del pasado que se niega a desvanecerse por completo. El investigador Julio Rojas reflexiona sobre aquellos días turbulentos en los que la capital pandina se convirtió en un escenario de enfrentamientos entre bandas criminales rivales del vecino Brasil, cada una luchando por reclamar su dominio sobre la geografía amazónica.
“Se escuchaba en las noticias sobre enfrentamientos entre bandas que estaban intentando ocupar este territorio. Esto ya no se escucha actualmente, seguro algunos de estos grupos han consolidado ya su permanencia en esta región”, menciona Rojas.
Pero el 2022, la sombra del crimen aún se cernía sobre la ciudad, con numerosos casos de enfrentamientos protagonizados por las organizaciones criminales brasileñas PCC (Primer Comando da Capital) y el Comando Vermelho, dedicadas al tráfico de drogas, principalmente. “Claro que hay ahorita (están presentes), en la zona de Porvenir y Villaroja”, explica Samuel, con una mezcla de preocupación y resignación en su voz. “Son gente que se ha desparramado para todo lado”.
La Brigada Parlamentaria de Pando recibió en abril de 2022, un informe detallado del Plan “Z” de lucha contra el crimen por parte de la Policía de este departamento, un plan que se activa cuando existen hechos criminales de impacto dentro de territorio nacional, que moviliza a las unidades de élite de la Policía boliviana. En este caso, la estrategia buscaba enfrentar la creciente actividad delictiva relacionada con facciones criminales brasileñas como el Comando Vermelho y el PCC.
Aunque Samuel indica que a estos dos grupos brasileños se les atribuyen actividades ilícitas, nuestra investigación no pudo determinar su nivel de involucramiento con el contrabando de tortugas y sus huevos.
Las rutas del contrabando hacia Brasil
En los meandros de la zona fronteriza entre Bolivia y Brasil, el comercio ilegal teje sus hilos en medio de rutas solitarias y casi imperceptibles por su estrechez para los mapas satelitales. En estos rincones olvidados de la Amazonía, se entretejen historias de clanes familiares especializados en diferentes actividades clandestinas. “Algunas personas de la misma familia se dedican al tráfico de especies y otras al tráfico de sustancias (drogas), por las rutas que hay en la región”, explica Julio Rojas.
Uno de estos lugares es el municipio pandino de Santa Rosa del Abuná. Hasta ahí llegan contrabandistas brasileños desde la localidad de Capixaba (Brasil), quienes se aventuran a cruzar esta intrincada frontera en la búsqueda de su tan codiciado botín: los huevos de peta. “Vienen por la noche en movilidades (camionetas) y se dirigen hacia Puerto Rico (municipio) y desde allí ya cogen su ruta hacia (los ríos) Manuripi, Orthon y Tahuamanu”, comenta el policía al que llamamos Samuel.
El kilómetro 49 de la carretera Puerto Rico-Cobija es también otro de estos puntos de acceso. En este lugar es posible incluso encontrar a estos individuos haciendo camping en las playas de donde van a extraer los huevos.
Otros caminos poco transitados donde la línea divisoria entre ambos países se desdibuja al caer el atardecer, son Cocamita y Frontineli, que se convierten en el escenario perfecto para estas operaciones ilegales. “Donde está el mojón de Bolivia y Brasil, hay una carretera, ahí de noche entran, hacen el negocio y pasan a otro punto. ¡O sea, no hay control, de noche no hay control!, reniega Samuel.
Los entrevistados para este reportaje indicaron que el destino final de estos huevos de peta es Río Branco, la capital del estado brasileño de Acre, ubicado a 231 kilómetros de Cobija.
Estas rutas sinuosas y de muy bajo control ofrecen un camino directo hacia la actividad delictiva, donde los traficantes pueden operar con relativa impunidad. “Son caminos específicos para todos los ilícitos. Para el contrabando de mercadería, para la droga, para todo, y también para los huevos y las petas. Son zonas pesadas como decimos”, indica Samuel.
La ruta del contrabando hacia Perú
Bajo el dosel de árboles de castaña de 40 metros que se alzan majestuosos hacia el cielo, ingresamos a la Reserva Nacional de Vida Silvestre Amazónica Manuripi, nombrada así por el río Manuripi, conocido también como “río de las serpientes”’, por el serpenteado horizonte que dibuja su cauce al pasar por el espeso e impenetrable bosque, visto así desde la cámara de un dron.
Vista desde un dron del río Manuripi que nace en Perú y tiene una longitud dentro de Bolivia de 225 km. Es conocido también como “río de las serpientes”. Se caracteriza por sus aguas oscuras. Foto: Ernst Drawert & Eduardo Franco Berton.
En el 2023, los guardaparques de esta reserva avistaron movimientos sospechosos a lo largo de la ruta de Soberanía, la difusa frontera que comparten Bolivia y Perú, otra zona fronteriza donde las leyes son apenas un rumor.
En este límite entre ambos países, los huevos de peta son una mercancía codiciada que cambia de manos rápidamente para seguir su viaje hacia Puerto Maldonado, donde su precio se dispara aún más. “Del otro lado (de Soberanía) ya está la comunidad Santa María que ya es peruana, y de esa comunidad, siguiendo el camino llegan a la comunidad Mavila, y de allí ya están a una hora de Puerto Maldonado”, comenta Luke López, un veterano guardaparque de esta reserva que ocupa el cargo de Jefe de Protección.
A pesar de la presencia de un puesto militar, otro de la policía y uno de Senasag (Servicio Nacional de Sanidad Agropecuaria e Inocuidad Alimentaria), Soberanía se ha ganado una reputación de zona roja, un territorio donde, además de los huevos de peta, el contrabando de madera y drogas florecen como maleza en la floresta.
“La gente (bolivianos) lleva (los huevos) hasta Soberanía, ahí los comercializa y de ahí son otros los que los llevan hasta Puerto Maldonado. Ya es una persona peruana”, detalla López.
El año pasado, uno de estos incidentes sacudió la tranquilidad de la comunidad Holanda, cuando contrabandistas peruanos fueron confrontados por los habitantes de la región del río Manuripi, recuerda el dirigente de este lugar, Roy Salgama. “Se entraron por el lado de Manuripi (…) a sacar los huevos de peta”.
Vista desde un dron de los bosques de la Reserva Nacional de Vida Silvestre Amazónica Manuripi. Foto: Ernst Drawert & Eduardo Franco Berton.
Los contrabandistas, hábiles en el arte del engaño, han encontrado formas ingeniosas de eludir la vigilancia. Bolsas de yute, cajas de cartón, colchones, mallas de pesca, mochilas, conservadoras, entre otros, son utilizados para camuflar y transportar los huevos y las tortugas (vivas y muertas) hacia su próximo destino, donde son convertidas en moneda de cambio para aquellos que lucran a expensas de la fauna silvestre. Mientras tanto, en el escenario natural que este animal habita desempeña un rol fundamental en la limpieza de los ecosistemas acuáticos. “Al ser omnívora, se alimenta de una variedad de restos, de algunos hongos, algas, arbustos de los ríos y peces en descomposición”, explica Toyama.
Decomisos en Manuripi
Durante el 2023, tres decomisos revelaron la intensidad que tiene este comercio clandestino. El primero tuvo lugar a orillas del río Manuripi, con una cifra de 809 huevos confiscados antes de la frontera con Perú. El hombre, encontrado infraganti, logró huir y se fundió en medio de la arboleda. “Dejó los huevos y corrió hacia el monte y no se lo pudo capturar”, recuerda con angustia Rolando Toyama.
Los siguientes dos decomisos no fueron menos preocupantes ya que más de 1.020 huevos fueron incautados. En aquellas oportunidades, los responsables asumieron las consecuencias legales de sus acciones. “Aparte de iniciarles un proceso por la extracción de huevos, se les inició un proceso por porte de arma ilegal [era una escopeta de cacería] dentro del área protegida”, expresó Toyama.
En otro caso, del 2021, un hombre fue encontrado con 600 huevos y dos petas. El individuo en cuestión fue sometido a la justicia y condenado a prisión por sus delitos contra la vida silvestre. “Estuvo dos años preso y salió con fianza; su familia pagó”, recuerda Luke López.
La Policía Forestal y Preservación del Medio Ambiente (POFOMA) indicó que entre 2021 y 2023 apenas seis personas fueron sometidas a algún tipo de proceso penal a consecuencia de la extracción de huevos de peta. La entidad dijo que no tiene datos actualizados con relación a la cantidad de huevos decomisados para el departamento de Pando en 2023.
Las autoridades de Cobija detuvieron el 29 de septiembre de 2022 a dos personas por el tráfico de tortugas de río y decomisaron más de dos mil huevos destinados al mercado ilegal. Foto: Sernap Manuripi.
Una lucha sin descanso
En las profundidades de Manuripi, capitanes de puerto de la Armada boliviana y guardaparques unen sus fuerzas para hacer frente a escurridizos contrabandistas que se mueven rápidamente y en silencio a lo largo de los ríos.
“Ellos utilizan personas campana. En las poblaciones dejan hombres y mujeres, que, a la visualización de los efectivos de la Armada boliviana junto con los guardaparques, inmediatamente avisan por medio de celular para que ellos se entren al monte y se puedan esconder”, comenta el capitán de fragata Ángel Flores, jefe de la división primera personal del Distrito Naval Pando, que ha sido parte de unos 50 operativos.
Para contrarrestar esta situación, las fuerzas del orden deben actuar en la oscuridad de la madrugada. “Entramos por tierra, luego las embarcaciones las llevamos (aparte)”, explica Flores.
Con cada vuelta del calendario, los guardianes de Manuripi deben redoblar sus esfuerzos, especialmente durante los meses de desove de las tortugas. Los duelos que se libran en las entrañas de la reserva son monumentales. Con más de 600 kilómetros de ríos para vigilar y solo un puñado de embarcaciones a su disposición, los guardaparques deben emplear estrategias ingeniosas para controlar, monitorear y fiscalizar el desove de las tortugas. Una de estas estrategias es la de los “guardaparques voluntarios”.
Estos voluntarios de la comunidad se limitan principalmente a la realización de denuncias y acompañar los patrullajes rutinarios por tierra y agua. Sin embargo, su participación es escasa debido a la ausencia de beneficios o incentivos que los motiven. A pesar de que se ha designado a unos 15 a 20 habitantes para esta tarea, su disponibilidad de apoyo es inconsistente. “Cuando queremos un apoyo de ellos desaparecen”, se lamenta con impotencia el guardaparque Roberto Pérez.
Y en una carrera cuesta arriba, apenas siete guardaparques deben cubrir más de 773.000 hectáreas de área protegida, a pesar de que su Plan de Manejo indica que deberían ser mínimo 15. De acuerdo a la UICN, el número ideal de guardaparques debería de ser 1 por cada 1 000 hectáreas. “Tenemos cinco puestos, pero solo cubrimos tres, cuando nos vamos a cubrir el siguiente dejamos los de acá vacíos, y así pueden acceder a cualquier actividad ilícita”, dice Pérez.
Operativos conjuntos entre guardaparques de Manuripi y la Armada boliviana. El personal es insuficiente. Siete guardaparques deben cubrir más de 773.000 hectáreas de área protegida, a pesar de que su Plan de Manejo indica que deberían ser mínimo 15 y organizaciones internacionales 1 por cada 1 000 hectáreas. Foto: Sernap Manuripi.
Pero la tarea es más que un simple juego de gato y ratón. La noche trae consigo su propio conjunto de desafíos. Estos defensores se enfrentan a peligros constantes, ya que el descubrimiento de armas de fuego en posesión de contrabandistas ebrios y agresivos es una amenaza latente a su seguridad. “Ellos están armados, se llevan sus salones y escopetas. Eso hace que sea un poco peligroso el trabajo”, dice Luke López.
A consecuencia de estas presiones, la presencia de las petas se desvanece lentamente en las aguas de Manuripi, ante la mirada preocupante de aquellos que vigilan estas tierras y su fauna silvestre. “Antes, cuando descendíamos por el río, las playas estaban pobladas de petas. Ahora hemos observado que la peta está en un estado crítico”, lamenta López.
Un programa para devolverle la esperanza a la peta
En el puesto de control de San Silvestre, próximo a la frontera con el Perú, en un refugio en medio de la vastedad del bosque, los guardaparques se convierten en los guardianes de la esperanza. Allí, entre murmullos de hojas y ecos de río, se encuentra un tesoro frágil y valioso: más de 1.600 tortuguitas esperan pronto ser liberadas en las aguas del río Manuripi.
Los quelonios de este albergue son parte del Programa de Monitoreo y Conservación de la Peta de Río, que llevan adelante los guardaparques en coordinación con la Universidad Amazónica de Pando. La idea ha germinado en el corazón de la lucha contra el tráfico de huevos y se inició en agosto de 2023, con el objetivo no solo de monitorear y realizar operativos de decomisos, sino de repoblar los ríos con esta especie.
En una carrera contrarreloj antes de que los contrabandistas lleguen primero a las playas, los agentes de conservación de Manuripi han tomado medidas audaces para recolectar los huevos e incrementar sus posibilidades de supervivencia.
Petas de río bebés del Programa de Repoblamiento de la Reserva Nacional Manuripi. La especie está amenazada por la caza ilegal. En la imagen, una de las dos petas albinas que nacieron como parte del programa. Foto: Eduardo Franco Berton
La tarea no termina con la recolección. Con dedicación, han construido una playa artificial, en un lugar seguro y bajo su permanente vigilancia, en donde una nueva generación de petas pueda emerger. El traslado de los huevos se realiza con extremo cuidado y precisión, para protegerlos del calor y la lluvia durante el viaje hacia su nuevo hogar. Hasta la actualidad, el programa ha manejado unos 4 170 huevos. “Hemos tenido un porcentaje de eclosión del 88,3 %. Para nosotros ese valor es grande”, menciona Toyama.
Luke López sostiene en la palma de su mano a una tortuguita de cinco centímetros y cuatro meses de edad, que es parte de este programa. El diminuto quelonio posee unas manchas amarillas que adornan su cabeza, tiene el caparazón oscuro y arqueado, que resplandece con un ligero brillo, mientras su pecho se desliza desde un negro profundo hasta una tonalidad amarilla. Cuando llegue a la adultez, el animal medirá entre 33 centímetros (machos) y 50 (hembras), y pesará entre 9 y 12 kilogramos.
Los huevos decomisados de las manos de los contrabandistas también llegan aquí. Aunque debido al manejo previo que han tenido, no tienen garantizado el mismo éxito de eclosión. “Pero con que nazca cierto porcentaje para nosotros contribuye”, expresa Toyama, esperanzado por la segunda oportunidad que tendrán estas criaturas para nadar en libertad en los ríos, donde verdaderamente deben permanecer.
*Amazon Underworld es una investigación conjunta de InfoAmazonia (Brasil), Armando.Info (Venezuela), La Liga Contra el Silencio (Colombia), la Red Ambiental de Información (RAI, Bolivia) y Plan V (Ecuador). El trabajo se realiza en colaboración con la Red de Investigaciones de la Selva Tropical del Pulitzer Center y está financiado por la Open Society Foundations, por la Oficina de Asuntos Exteriores y del Commonwealth (FCDO) del Reino Unido y por la International Union for Conservation of Nature (IUCN NL).
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